Hace un año el mundo quedaba conmocionado por los acontecimientos económicos. Lehman Brothers presentaba la mayor quiebra de la historia y el 14 de septiembre no sólo cambió el sistema bancario de Estados Unidos sino, seguramente, la forma de entender los mercados y los sistemas de financiación de todo el mundo.
El «monstruo» de las hipotecas «subprime», que contribuyó a crear la crisis que hoy padecemos, fue una sacudida para todos los países. Como piezas de dominó, los efectos se sucedían de forma rápida e imprevisible. Nadie entonces podía saber dónde estaría el fin de esa cadena ni qué efectos terminaría produciendo.
En este tiempo, España ha sufrido como el resto de países las consecuencias económicas y financieras y lo ha hecho con mayor virulencia, si cabe, en determinadas facetas que hoy constituyen la máxima prioridad de actuación del Gobierno. Tres millones setecientas mil personas desempleadas son tres millones setecientas mil prioridades que atender.
Es evidente que la situación ha generado desconfianza. La crisis ha afianzado la incertidumbre entre los ciudadanos. Una incertidumbre, a veces pesimista, justificada -lógicamente- entre quienes han perdido el empleo, entre quienes no ven la forma de hacer frente al pago de su hipoteca, entre quienes no ven opciones viables para continuar con sus negocios.
Los políticos no somos ajenos a esta realidad. Desde el PSOE hemos seguido trabajando y lo hemos hecho como siempre, al lado de la gente y con un profundo compromiso hacia quienes se encuentran en peores condiciones, los más vulnerables ante las dificultades, los primeros que necesitan apoyo en situaciones de cambio.
El Gobierno ha tenido siempre una respuesta de solidaridad hacia los que peor lo están pasando. Durante cinco años, los Presupuestos Generales del Estado han dedicado más de la mitad del gasto a la política social y también está previsto hacerlo en los Presupuestos que acaban de ser presentados. Unos Presupuestos austeros, solidarios y responsables.
Sí, responsables. Responsables porque nacen de un diagnóstico preciso y por eso son unos Presupuestos austeros y de contención del gasto en aquellas partidas que no son ni productivas ni sociales.
Responsables, porque no dejan abandonados a quienes se encuentran en peores condiciones. Porque, a pesar de la coyuntura, el presupuesto en dependencia sigue creciendo por encima del 30% y tenemos la nueva ayuda de 420 euros para aquellos/as que han dejado de cobrar el desempleo y están en dificultades serias.
Responsables, porque se mantienen en la senda de la modernidad y progreso que se inició en 2004 y para este fin se propone el Fondo Estatal para el Empleo y la Sostenibilidad, dotado con 5.000 millones de euros.
Además, hay que tener en cuenta que junto a estos Presupuestos hemos llevado a cabo un moderado ajuste fiscal que permitirá reducir el déficit con vistas al año 2012 y asegurar la cobertura social que reciben hoy estudiantes, pensionistas, dependientes o desempleados.
La coyuntura exige un esfuerzo de solidaridad de quienes tienen empleo con aquellos que lo han perdido y de quienes tienen más recursos con aquellos más desfavorecidos. Y, en ese sentido, el Gobierno ha decidido subir las rentas de capital (serán las rentas más altas las que más aporten) y el IVA general (sin que esto repercuta en artículos de primera necesidad), en sintonía con el resto de países europeos. Un menú del día de 10 euros costará 10 céntimos más y una televisión de 500 euros costará 10 euros más. Pero, además, ha bajado los impuestos a las pymes que mantengan o creen empleo y ha eliminado la medida de los 400 euros puesto que los precios y el euribor no están al nivel de hace un año.
En los próximos meses tenemos retos importantes. La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado 2010 es, sin duda, uno de ellos y, junto a él, la aprobación de la ley de Economía Sostenible. Ambas retos marcarán la hoja de ruta de nuestras actuaciones en los próximos años. Porque sabemos adónde queremos ir y cómo conseguirlo.
La ley de Economía Sostenible seguirá haciendo posible un nuevo modelo de crecimiento basado en la innovación, la formación y el conocimiento. Con ella, también fomentaremos la eficiencia y el ahorro energético, impulsaremos las energías renovables y, por supuesto, seguiremos fortaleciendo el Estado de bienestar.
La España que queremos alcanzar en los próximos diez años es la que hoy definimos en papel pero que pronto empezaremos a construir, si se puede, con el esfuerzo y compromiso de todos. No es el momento de predicar catastrofismo, de seguir crispando a la sociedad, de obstinarse en la crítica. Es el momento de trabajar; y trabajar juntos.
La prepotencia, el orgullo, la soberbia no nos hace mejores ante los ojos de nadie. Desde luego, no ayudan a salir de la crisis y tampoco a construir el futuro que queremos. Quienes insisten en esta lógica están hurtando a los ciudadanos las posibilidades de debatir sobre el futuro que queremos.
Necesitamos introducir el tiempo futuro en la política, es el único modo de hacer reflexivo el presente y, es más, diría, incluso, que de hacerlo productivo. Indagar en el futuro para marcar direcciones de acción política. Ésa es nuestra forma de gobernar la incertidumbre: dar respuestas, proponer soluciones, marcar objetivos, establecer retos y, sobre todo, pensar qué queremos hacer de nuestro futuro. Es hora de dejar de preguntarnos qué está pasando y de responder qué podemos hacer.
El «monstruo» de las hipotecas «subprime», que contribuyó a crear la crisis que hoy padecemos, fue una sacudida para todos los países. Como piezas de dominó, los efectos se sucedían de forma rápida e imprevisible. Nadie entonces podía saber dónde estaría el fin de esa cadena ni qué efectos terminaría produciendo.
En este tiempo, España ha sufrido como el resto de países las consecuencias económicas y financieras y lo ha hecho con mayor virulencia, si cabe, en determinadas facetas que hoy constituyen la máxima prioridad de actuación del Gobierno. Tres millones setecientas mil personas desempleadas son tres millones setecientas mil prioridades que atender.
Es evidente que la situación ha generado desconfianza. La crisis ha afianzado la incertidumbre entre los ciudadanos. Una incertidumbre, a veces pesimista, justificada -lógicamente- entre quienes han perdido el empleo, entre quienes no ven la forma de hacer frente al pago de su hipoteca, entre quienes no ven opciones viables para continuar con sus negocios.
Los políticos no somos ajenos a esta realidad. Desde el PSOE hemos seguido trabajando y lo hemos hecho como siempre, al lado de la gente y con un profundo compromiso hacia quienes se encuentran en peores condiciones, los más vulnerables ante las dificultades, los primeros que necesitan apoyo en situaciones de cambio.
El Gobierno ha tenido siempre una respuesta de solidaridad hacia los que peor lo están pasando. Durante cinco años, los Presupuestos Generales del Estado han dedicado más de la mitad del gasto a la política social y también está previsto hacerlo en los Presupuestos que acaban de ser presentados. Unos Presupuestos austeros, solidarios y responsables.
Sí, responsables. Responsables porque nacen de un diagnóstico preciso y por eso son unos Presupuestos austeros y de contención del gasto en aquellas partidas que no son ni productivas ni sociales.
Responsables, porque no dejan abandonados a quienes se encuentran en peores condiciones. Porque, a pesar de la coyuntura, el presupuesto en dependencia sigue creciendo por encima del 30% y tenemos la nueva ayuda de 420 euros para aquellos/as que han dejado de cobrar el desempleo y están en dificultades serias.
Responsables, porque se mantienen en la senda de la modernidad y progreso que se inició en 2004 y para este fin se propone el Fondo Estatal para el Empleo y la Sostenibilidad, dotado con 5.000 millones de euros.
Además, hay que tener en cuenta que junto a estos Presupuestos hemos llevado a cabo un moderado ajuste fiscal que permitirá reducir el déficit con vistas al año 2012 y asegurar la cobertura social que reciben hoy estudiantes, pensionistas, dependientes o desempleados.
La coyuntura exige un esfuerzo de solidaridad de quienes tienen empleo con aquellos que lo han perdido y de quienes tienen más recursos con aquellos más desfavorecidos. Y, en ese sentido, el Gobierno ha decidido subir las rentas de capital (serán las rentas más altas las que más aporten) y el IVA general (sin que esto repercuta en artículos de primera necesidad), en sintonía con el resto de países europeos. Un menú del día de 10 euros costará 10 céntimos más y una televisión de 500 euros costará 10 euros más. Pero, además, ha bajado los impuestos a las pymes que mantengan o creen empleo y ha eliminado la medida de los 400 euros puesto que los precios y el euribor no están al nivel de hace un año.
En los próximos meses tenemos retos importantes. La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado 2010 es, sin duda, uno de ellos y, junto a él, la aprobación de la ley de Economía Sostenible. Ambas retos marcarán la hoja de ruta de nuestras actuaciones en los próximos años. Porque sabemos adónde queremos ir y cómo conseguirlo.
La ley de Economía Sostenible seguirá haciendo posible un nuevo modelo de crecimiento basado en la innovación, la formación y el conocimiento. Con ella, también fomentaremos la eficiencia y el ahorro energético, impulsaremos las energías renovables y, por supuesto, seguiremos fortaleciendo el Estado de bienestar.
La España que queremos alcanzar en los próximos diez años es la que hoy definimos en papel pero que pronto empezaremos a construir, si se puede, con el esfuerzo y compromiso de todos. No es el momento de predicar catastrofismo, de seguir crispando a la sociedad, de obstinarse en la crítica. Es el momento de trabajar; y trabajar juntos.
La prepotencia, el orgullo, la soberbia no nos hace mejores ante los ojos de nadie. Desde luego, no ayudan a salir de la crisis y tampoco a construir el futuro que queremos. Quienes insisten en esta lógica están hurtando a los ciudadanos las posibilidades de debatir sobre el futuro que queremos.
Necesitamos introducir el tiempo futuro en la política, es el único modo de hacer reflexivo el presente y, es más, diría, incluso, que de hacerlo productivo. Indagar en el futuro para marcar direcciones de acción política. Ésa es nuestra forma de gobernar la incertidumbre: dar respuestas, proponer soluciones, marcar objetivos, establecer retos y, sobre todo, pensar qué queremos hacer de nuestro futuro. Es hora de dejar de preguntarnos qué está pasando y de responder qué podemos hacer.
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