Con vistas a la indudable reelección de Narendra Modi el próximo año, es hora de hacer balance de la primera legislatura del primer ministro indio, un balance cuando menos moderado tanto sobre el plano económico como sobre el político. El parcial fracaso del plan de desmonetización, la quiebra en cascada de los pequeños comercios, la crisis del sector de la construcción, el riesgo climático que pesa sobre la agricultura, la perspectiva de un éxodo rural de cerca de 600 millones de personas a lo largo de las dos próximas décadas, la constitución de empresas oligarcas que dominan la esfera económica india, la tendencia autoritaria, la violencia interreligiosa y el aumento de la desigualdad esbozan un paisaje como poco inquietante para el futuro de este gigantesco país que aspira a superar a China de aquí a 20 años. Y para ello, deberá contar con inversiones extranjeras (IDE, que podrían estar amenazadas por las perspectivas de problemas en el país) y a la vez mantener cierto proteccionismo. La India de Modi está repleta de paradojas y el fulgurante desarrollo que permite la redistribución del crecimiento por el mundo no resulta fácil, pues se ve amenazado en muchos niveles de la sociedad india. Dicho esto, este fastidioso comienzo en el camino hacia la modernidad debe contextualizarse en una estrategia de, al menos, 20 años de duración. En 1961, Deng Xiaoping inició en China una estrategia de “crecimiento a cualquier precio” basada en su célebre lema “poco importa que el gato sea blanco o negro mientras pueda cazar ratones”. En 2014, Narendra Modi hizo adoptar el mismo enfoque a su país. Pero el camino será largo y el gato indio podría adquirir un color verdaderamente inquietante.
Crisis agrícola y éxodo rural: un gran desafío para la sociedad india
La crisis del sector agrícola El sector que está sufriendo una grave crisis para la cual la desmonetización no tiene respuesta es la agricultura. Más de la mitad de la población india vive en regiones rurales y la agricultura, aunque no representa la principal fuente de ingresos, tiene un papel fundamental
[1].
El plan de desmonetización, no obstante, ejerció un efecto positivo al transferir los subsidios directamente a una cuenta bancaria, por lo que muchos agricultores han debido crearse una cuenta por primera vez. Otrora, estos subsidios se entregaban en líquido a las autoridades locales, que extraían sus “comisiones” antes de entregárselos a los destinatarios. Hoy en día, este tipo de subsidios llegan directa e íntegramente a su destino.
Pero el sector agrícola se enfrenta a un enorme desafío de modernización y sus dificultades son inmensas, empezando por la incertidumbre que lo acompaña, desde hace varias décadas ya, pero de manera creciente; un monzón en otro tiempo perfectamente organizado pero que se hizo totalmente imprevisible. Las regiones con menos precipitaciones carecen absolutamente de un sistema de irrigación eficaz. Aquellas demasiado expuestas carecen de herramientas para hacer frente al volumen de precipitaciones. Para paliar este problema, el Gobierno ha promovido un gran proyecto de aseguración de las cosechas, pero este ha sido objeto de fervientes críticas por parte de dos organizaciones, el sindicato Comptroller and Auditor General y el Centro para la Ciencia y el Medioambiente. Ambas acusan al plan de tener un efecto muy limitado en el sector agrícola y de haber beneficiado esencialmente al sector de los seguros. Este último ha registrado un crecimiento de las primas brutas del 32 %, del cual más de la mitad provendría del plan de aseguración de las cosechas
[2].
Posteriormente, el sector de la agricultura no ha llegado a crear empleo para todas las poblaciones locales. Y el problema del desempleo no ha sido tratado por el plan de desmonetización, lo que ha alimentado la indignación de los agricultores, la cual han manifestado de manera bastante virulenta estos últimos meses en diferentes lugares del país
[3].
Estas dificultades tienen una consecuencia directa que es acelerar un éxodo rural masivo (el índice de urbanización del país ya ha pasado del 27,81 % en 2001 al 31,16 % en 2011 y la tendencia continúa presente
[4]).
Gráfico 1 – Población de las grandes ciudades indias en comparación con el número de habitantes de los barrios más pobres, 2011. Fuente:
Makanaka.
Un éxodo rural masivo en perspectiva Con un 66 % de población rural en 2016
[5], la India tiene un potencial de cerca de 600 millones de personas tentadas a desplazarse a la ciudad en las próximas décadas. Esto conlleva enormes desafíos en términos de urbanización, integración de las poblaciones en los centros urbanos y el mercado de trabajo. Con miras a un desarrollo económico de la India de aquí a 20 años, mencionado al principio de este artículo, posiblemente se trate del principal desafío. Hasta el momento, los migrantes internos están teniendo grandes dificultades para integrarse en las ciudades. A menudo viven en barrios marginales, trabajan por salarios muy bajos en los sectores de la fabricación, la fontanería, el corte de diamantes y la construcción, y sufren unas condiciones terribles, desde el impago del salario hasta el maltrato físico, pasando por los accidentes de trabajo, en ocasiones mortales
[6]. No encuentran lugar en los sindicatos y los políticos ni siquiera los consideran, pues no representan una fuerza electoral. Muchos de ellos ni siquiera efectúan las formalidades administrativas para poder continuar votando tras cambiar de estado. De hecho, la mayoría de los migrantes del interior de la India son “sin papeles”.
Dicho esto, constituyen el sueño de todo empresario: una mano de obra extremadamente barata que va a constituir un factor central en el desarrollo de la India en los próximos 20 años.
Hacia intensas tensiones sociales Pero las enormes desigualdades que se cruzan en esta etapa del proceso parecen ser objeto de una gestión por la violencia y, concretamente, por estas milicias de la RSS
[7] asociado al BJP de Modi
[8]. Un éxodo rural de tal amplitud crea una situación socialmente explosiva. A los migrantes del interior les esperan situaciones terribles y la acogida que van a tener puede empeorar y desbordar definitivamente una situación ya muy inestable entre comunidades religiosas y clases sociales. Contrariamente a la colorida imagen pacifista que porta este país gracias a Gandhi, hay que ser consciente de que la violencia está extremadamente presente en la sociedad india. Violencia económica debida al empleo de una clase de la población con condiciones y salarios inferiores al resto de la población; violencia política ejercida por el Gobierno para reprimir las manifestaciones; violencia cultural entre las castas, religiones y etnias, empezando por la ejercida de manera creciente por un sector hindú extremista o “saffronist”
[9]. No exageramos cuando hablamos de una situación explosiva, susceptible de degenerar en enfrentamientos absolutamente fuera de control de las autoridades políticas…
Para leer más: GEAB 124
———————————————————————–