domingo, 12 de mayo de 2019

Alfredo Pérez Rubalcaba. Un hombre de Estado al servicio de España. -DEP-

Es difícil despedirse de Alfredo Pérez Rubalcaba. Lo ha sido todo para el Partido 
Socialista Obrero Español, al que entregó lo mejor de su vida, pero también 
para España. Su figura —y, ahora, su recuerdo— trascienden las siglas de 
cualquier formación y son parte ya de la memoria democrática de nuestro 
país. Es miembro del admirable grupo de personas que, con solo evocar su 
nombre, nos permite reconocer toda una era de logros y progreso. Con él 
en distintos puestos de responsabilidad, España cambió para siempre y su 
legado es tan profundo que solo el paso del tiempo podrá hacerle 
verdadera justicia y rendirle el homenaje que merece. Hoy llora la familia
socialista, pero también el país en su conjunto. Rubalcaba era un hombre 
de Estado, y como tal se va: admirado y homenajeado por España, sin 
distinciones ni matices ideológicos.
Su biografía se entrelaza con la lucha por las libertades y con la 
consolidación de la democracia. Aunque había nacido en Cantabria en 
1951, su infancia y juventud estuvieron ligadas a Madrid, ciudad a la 
que se había trasladado con sus padres siendo apenas un niño. Se afilió 
al PSOE en 1974, todavía en plena dictadura. Su capacidad de sacrificio 
y esfuerzo —era también un consumado atleta—, su talento y su 
reconocido instinto político le llevaron pronto a destacar. Y comenzó así 
una vida entera de servicio a España desde una militancia que jamás le
 impidió alcanzar acuerdos y tejer consensos.
Con el regreso de la democracia, España afrontaba el reto de progresar 
social y económicamente. Queríamos parecernos a los países más 
avanzados de las entonces Comunidades Europeas un auténtico anhelo 
tras la larga noche del franquismo. Y para ello era fundamental situar
 a España en niveles de desarrollo educativo similares a los de Francia, 
Alemania o Reino Unido. Nuestro país sufría niveles de analfabetismo 
intolerables, y el número de estudiantes de educación secundaria y superior 
eran impropios del país que queríamos ser. Con apenas 35 años, en 1986, 
Alfredo Pérez Rubalcaba asumió la Secretaría de Estado de Educación, y 
en 1992 se convirtió en ministro de Educación y Ciencia de Felipe González. 
Su labor fue clave para conseguir uno de los logros que más nos 
enorgullecen como socialistas, pero, sobre todo, como españoles: 
la universalización de la educación pública y la reforma 
del sistema educativo.
España avanzó en cinco años lo que otros países habían tardado décadas 
en conseguir. Ese fue uno de los grandes logros de Alfredo, y sin duda, 
y el que más destacaba él mismo cuando se le preguntaba por su 
trayectoria política.
La aportación de Alfredo a España no dejó de crecer con el paso del 
tiempo, hasta hacer de él la figura que hoy despedimos con dolor, pero 
también con sincero y justo reconocimiento. Su labor como portavoz 
parlamentario durante el primer Gobierno de José Luis Rodríguez 
Zapatero fue brillante, y su capacidad oratoria era reconocida a un 
lado y a otro del hemiciclo. Como político y servidor público, Alfredo 
lo tenía todo, y en él convergían fondo y forma, talento y esfuerzo.
Sin embargo, donde la figura de Alfredo consolida su talla histórica es 
en su labor como ministro del Interior y vicepresidente durante el 
Gobierno que finalmente, y tras muchos años de sufrimiento y 
esfuerzo colectivo, puso fin a la pesadilla del terrorismo de ETA. 
La banda terrorista era otra de las grandes rémoras que arrastrábamos 
desde la dictadura, y su actividad criminal nos impedía decir sin matices
 que la historia democrática de España era una historia de éxito sin 
paliativos. La derrota del terrorismo exigió de él lo mejor de su enorme 
capacidad de trabajo y talento político, y también puso a prueba su 
grandeza y su templanza emocional. Su vida es la de un hombre que 
decide entregar su vida al servicio público y sacrificar muchas cosas 
—como sabe bien su mujer, Pilar Goya— para construir un 
mundo mejor. Con esas precisas palabras: un mundo mejor.
El socialismo español llora al compañero que fue su secretario 
general entre 2012 y 2014, pero lo hace junto a España entera, el 
país moderno, europeo y en paz que él tanto contribuyó a forjar allí 
desde donde estuvo. Como socialista, siento dolor. Como español, 
admiración, agradecimiento y orgullo. Descanse en paz.
El País

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