“Un hombre sin ética es una bestia salvaje soltada a este mundo."
Albert Camus
Muy buena frase de Camus para este recuerdo. Comenté hace poco que el gasto militar de Estados Unidos que representa el 43% del gasto total, grava a sus habitantes con casi 1800 dólares anuales per cápita; pero existe un aumento del gasto en la casi totalidad de las regiones relativo al 6% en todo el mundo. Los 34 conflictos globales armados que siempre menciono, prometen incrementarse o elevar su intensidad en casi 16 más este año en curso, aumentando en otros 100 mil muertos los 650 mil que arrojaban. Estas guerras han provocado el desplazamiento de unos 42 millones de refugiados y desplazados internos. Se calcula que unos 400 mil millones de dólares es el valor estimado de los contratos con compañías privadas como Lockheed Martin, Boeing y General Dynamics, el verdadero motor de estos despliegues y cruzadas bélicas. EEUU no está solo, Rusia, China y menores colegas aportan su grano de arena.
Este 18 de julio se cumplió un nuevo aniversario del atentado contra la AMIA y la impunidad miserable sigue envolviendo en un sentimiento de impotencia a los familiares de los 85 muertos y más de 300 heridos por el mayor ataque terrorista que vivió Argentina.
El atentado se produjo a las 9.53 del 18 de julio de 1994, otro eslabón más en la multiplicación de víctimas vía industrialización del crimen, asesinatos cada vez más difíciles de matizarlos con el barniz del idealismo principista, es parte de un engranaje económico que tiene como vimos un presupuesto global y se llama negocio de la guerra y del terror.
Fue un atentado terrorista que forma parte de la industria de la guerra y vulnera los derechos humanos. Es una verdad obvia que es parte también del desprecio por la vida, la dignidad y cosifica al hombre frente al manipuleo del poder hasta su desaparición física a través de penurias insufribles.
Es la esencia humana la agredida y no una expresión de pensamiento, etnia o confesión y todos los colectivos deben entenderlo así para combatir la agresión, esclarecer los hechos y castigar a los culpables en una acción solidaria sin ocultarse, ni esconderse tras razonamientos ideologizados y mezquinos que justifiquen su omisión de acciones en beneficio de las víctimas o la simple solidarización con las mismas frente a los hechos que las vulneran.
Piense el lector que el presupuesto global en armamentismo, 1,500 billón de dólares, es casi veinte veces el importe que se debe invertir en los países en desarrollo anualmente para superar las consecuencias del atraso, que se calcula en 80000 millones de dólares año por un periodo de diez años.
Daría alimento a dos veces la cantidad de carentes hoy día y la suma de gasto armamentístico diario reuniría la cantidad necesaria contra el subdesarrollo en 20 días de transacciones militares, así muchas más oportunidades podrían tener en el mundo las mayorías populares.
En cada acto en memoria del atentado se oye a los familiares de las víctimas ya hartas, hastiados como muchos otros honestamente comprometidos con el dolor que el mismo ocasionó, de tanta bajeza, corrupción e intrigas. Incluso de internas, manoseos y de una inmensa colección de basura en los ámbitos más insólitos e inimaginables que lleva inevitablemente a la nausea y al vómito. La AMIA es una entidad que no tenía y tiene otro sentido que fines culturales y la administración de la religión, cementerios, la vida comunitaria y las costumbres judías. Desgraciadamente ahí hubo un desastre masivo, un atentado atroz y no puedo decir que existió y existe entre quienes deben tenerla, la altura moral y ética suficiente para encararlo con valor y honestidad. Es un desatino no puntualizar que existen loables excepciones cuando se generaliza, pero lamentablemente a mi entender, la medianía no supera la nobleza de aquellos pozos de fango que menciono en mi ya antigua primera trilogía de textos, que siempre prometo reactualizar y sigue siendo una deuda que mantengo conmigo mismo y con muchos que me lo solicitan.
No creo que el atentado a la AMIA sea una herida que suture con facilidad, pero es necesario ejercer su memoria con la finalidad histórica- social de no repetir, de no dejar que se repita por el bien de la sociedad.
Este año elevé como siempre mi plegaria por la memoria de las víctimas de este atentado, por la justicia, por los derechos humanos universales y contra todo belicismo, convencional o terrorista. Pero si en algo puse énfasis al recordarlo fue en que definitivamente se imponga la ética y el sentido común ante tanta bajeza y bastardeo. En el mundo las víctimas se cuentan como dije en cientos de miles anuales a causa de infortunios como los mencionados y la ética de los derechos humanos no viene mal para buscar mejores caminos que las intrigas y otras razones a la hora de los desagravios. Caminemos hacia un mundo con más ética, parafraseando a Camus, con menos bestias salvajes sueltas.