martes, 3 de septiembre de 2019

Discurso presentacion del Secretario General para un programa común progresista y programa modificado.

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Intervención del secretario general, Pedro Sánchez. 3 de septiembre de 2019. 
INTERVENCIÓN 3 DE SEPTIEMBRE

INTERVENCIÓN POR UN PROGRAMA COMÚN PROGRESISTA

Buenos días a todos y a todas. 
Mis primeras palabras deben ser de agradecimiento.
Nuestro agradecimiento sincero por la presencia de los colectivos de la sociedad civil que hoy nos acompañáis.
Hace justo un año, en un acto celebrado aquí en Madrid, me referí a vosotros y vosotras —organizaciones empresariales y sindicales, entidades del tercer sector, de la diversidad, LGTBI, colectivos de la ciencia, la defensa del medio ambiente y de la cultura, organizaciones feministas y un largo etcétera— como un auténtico baluarte de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho. Como organizaciones esenciales para vertebrar la gobernanza en una democracia del siglo XXI. En definitiva, como actores clave para la estabilidad y la cohesión social de España.
Quise reconocerlo entonces y lo quiero reconocer hoy con mayor claridad.
También dije en aquel acto, que una nueva gobernanza exigía una nueva forma de entender el ejercicio del poder desde las instituciones públicas.  
Hoy quiero apelar a esta idea central: la de una gobernanza basada en un acuerdo programático común, progresista y abierto a la sociedad. 
No sólo porque los ciudadanos marcaron con su voto en las urnas esa hoja de ruta. Sino porque la sociedad nos pide que seamos capaces de avanzar, de superar el bloqueo y dar a España la oportunidad de tener un Gobierno. 
España debe tener un Gobierno ya. Un Gobierno progresista. 
Tenemos el deber de hacer que se cumpla la voluntad de los españoles. 
Por momentos, a algunos puede que les haya parecido que estamos en un laberinto. Pero el laberinto tiene una salida lógica y sencilla. Una salida basada en un programa de Gobierno, en compromisos concretos y en contenidos detallados.  
Ese es el núcleo de la propuesta que hoy quiero trasladarles: un programa común progresista que sea la base del Gobierno que votaron los españoles el pasado 28 de abril. 
Un programa común progresista que bebe de distintas fuentes. 
Lógicamente, de la propuesta electoral del Partido Socialista; del programa de investidura del pasado mes de julio; y, sobre todo, del diálogo abierto durante el mes de agosto con la sociedad civil, a la que agradezco una vez más su interlocución y su compromiso con la sociedad española. 
Señoras y señores,
Hace quince meses se abrió una nueva etapa con el triunfo de la moción de censura en España. Por primera vez en nuestra historia democrática prosperó una moción de censura. 
Censura contra la corrupción reconocida en un pronunciamiento demoledor de la Audiencia Nacional. 
Censura contra la incapacidad de asumir responsabilidades políticas. 
Censura contra un Ejecutivo que dedicaba más tiempo a defenderse a sí mismo en sede judicial, que en defender los intereses de España. 
Durante diez meses, el Gobierno surgido de aquella moción demostró que se podía gobernar de otro modo. 
Que se podía limpiar la corrupción de las instituciones del Estado.
Que se podía gobernar desde el diálogo y no desde la crispación, desde la confrontación.
Que se podía crecer con justicia social. 
Todo ello lo hicimos posible (justo es reconocerlo) con la colaboración estratégica de otras fuerzas políticas.
Nada ejemplifica mejor ese tiempo de esperanza que el proyecto de Presupuestos Generales del Estado que acordamos con Unidas Podemos. 
Hoy España debería tener unos presupuestos progresistas y una administración funcionando con normalidad, sin interinidades. 
Lamentablemente no es así porque los partidos conservadores unieron su voto al de las fuerzas políticas independentistas, impidiendo su puesta en marcha y poniendo fin a este periodo. 
Por lo tanto, primera conclusión: estamos donde estamos hoy, no por desencuentros entre formaciones progresistas; sino porque los independentistas formaron una mayoría negativa junto con las derechas para hacer caer a un Gobierno progresista. 
Como consecuencia de aquel bloqueo, los españoles fuimos a las urnas el 28 de abril. Decidimos entre dos grandes opciones: 
Uno: avanzar en convivencia, avanzar en limpieza, avanzar en justicia social 
O, dos, volver atrás de la mano de las dos fuerzas conservadoras a las que, mientras tanto, se había sumado la ultraderecha. 
El veredicto de las urnas fue nítido, indiscutible. Nadie puso en duda la evidente victoria del Partido Socialista. 
La segunda fuerza política, el Partido Popular, tuvo un resultado catastrófico — el peor de su historia: un 16% y 66 escaños.
Ciudadanos fracasó en su empeño de hacerse con el liderazgo de la derecha, tras abandonar el centrismo y la moderación. 
Y en su conjunto, incluso sumadas con la ultraderecha, las derechas quedaron muy lejos de la mayoría. Mucho más que tres años antes.
En el ámbito de la izquierda, se acentuó la distancia electoral entre el Partido Socialista y Unidas Podemos. Apenas trece escaños distanciaban a ambas fuerzas antes del 28 de abril; 81 separan a las dos fuerzas políticas desde entonces.
Segunda conclusión: si pudo funcionar la colaboración de UP con un gobierno socialista, sumando ambos 151 diputados, con mayor motivo debería funcionar sumando 165, con independencia de que el PSOE triplique ahora en número de escaños a UP. 
Insisto en esta idea: la colaboración funcionó. 
Y es justo reconocer y agradecer públicamente a Unidas Podemos su contribución. Tienen toda la legitimidad para reclamar su papel en aquella acción de gobierno. Un Gobierno cuya labor fue recompensada en las urnas porque millones de personas se beneficiaron de las decisiones tomadas en ese periodo breve pero esperanzador. 
Por si había dudas, los españoles volvieron a votar, en 3 urnas, el 26 de mayo.  El respaldo al Partido Socialista fue aún más rotundo en las elecciones europeas, municipales y autonómicas. 
Aun así, el Partido Popular, apoyado por Ciudadanos, y con el sostén de la ultraderecha, ha alcanzado el Gobierno en algunos territorios. Ya no importaba el argumento de la lista más votada y la retórica de la “coalición de perdedores”. 
Ahora sabemos el valor de esa consigna para una derecha que no ha tenido escrúpulos con tal de tocar poder. En algunos casos —como en la ciudad y la Comunidad de Madrid—, una izquierda fragmentada, a la izquierda del PSOE, facilitó la consolidación de mayorías que aglutinan a las tres derechas, la principal del ellas, el PP, carcomido por la corrupción. 
Tan pronto como concluyó el paréntesis electoral, el Partido Socialista se volcó en materializar la voluntad expresada por los españoles. 
Y lo hicimos con una premisa que me han escuchado repetir muchas veces y que hoy quiero verbalizar nuevamente: constituir un Gobierno progresista no condicionado por el voto de los independentistas. 
Un Gobierno, como tantas veces dijimos en campaña, abierto, que incluyera independientes de reconocido prestigio.  
No existía, ni existe hoy en día, una alternativa a esa fórmula. Ninguna. De ningún tipo. Se hagan las cuentas como se hagan. Se sume como se sume. 
Desde el primer momento, unos días después de la celebración de las elecciones generales, y en coherencia con la experiencia de este último año, señalamos a Unidas Podemos como nuestro aliado preferente. 
En paralelo, a las dos fuerzas de la derecha constitucional sólo les pedimos una cosa: que no dieran la llave de la gobernabilidad a las fuerzas independentistas. 
Sólo pedíamos su abstención técnica. Nunca pedimos el apoyo del PP y Cs para pactar con ellos la constitución de un Gobierno. 
Apelamos a su responsabilidad para desbloquear la única investidura posible. Hacemos un llamamiento a su responsabilidad para facilitar el Gobierno que votaron los ciudadanos y necesita España: un Gobierno progresista no condicionado por las fuerzas independentistas. 
Desde el primer momento, pudimos comprobar que iba a ser imposible contar con su colaboración para esto último. 
El caso más sorprendente ha sido, sin duda, el de Ciudadanos, cuyo líder se ha negado incluso a aceptar la invitación a mantener un diálogo basado en el civismo y en la más elemental práctica democrática. 
En definitiva, la tercera conclusión ha sido clara: es inútil apelar a la responsabilidad de las fuerzas de derechas para contribuir a que España salga del bloqueo institucional. 
La derecha ha demostrado que, entre el Partido Socialista y el independentismo, prefieren al independentismo. Entre la convivencia y la confrontación territorial, prefieren la confrontación a la convivencia

Las conversaciones se centraron por tanto en Unidas Podemos y en otras fuerzas a las que quiero agradecer hoy, también públicamente, su abierta disposición al diálogo constructivo. 
Mantuve varias sesiones negociadoras con el líder de UP. Y desde el principio constaté la existencia de un único punto de bloqueo que impedía avanzar: la fórmula concreta de Gobierno.
El desacuerdo de partida conducía al estancamiento de la negociación. No es cierto que no dedicáramos tiempo a negociar con UP. La realidad es que nunca pudimos avanzar, al tropezar, una y otra vez, en dicho escollo. 
En todas las reuniones celebradas, el líder de UP insistía únicamente en un punto: la exigencia de un Gobierno de coalición. 
Cualquier otro asunto, empezando por el programa, o la acción del Gobierno, quedaba supeditado a su entrada en el Consejo de Ministros. 
Por nuestra parte, intentamos hacer ver que la colaboración que habíamos desarrollado durante los 10 meses pasados había sido provechosa para la mayoría de españoles. 
Les explicamos que no existía en Europa ningún precedente histórico de coalición exclusiva de socialistas y una fuerza a su izquierda, excepto en la diminuta República de San Marino durante un breve periodo. 
Les trasladamos nuestros reparos hacia un Gobierno de coalición. Fundamentalmente porque, pese a nuestra coincidencia en muchas políticas sociales, hay grandes divergencias en importantes cuestiones de Estado. 
Les explicamos que no se daban las condiciones para formar un sólido equipo de Gobierno cohesionado; que esa coalición podía conducir al desgobierno, porque existía el riesgo de que esa coalición no sobreviviera a la primera crisis territorial. 
Insistimos en que no era un problema de ministerios, ni de voluntad de monopolizar poder como partido, como demostraba el hecho de contar con valiosas y prestigiosas figuras independientes en el Ejecutivo. 
Propusimos distintas fórmulas; que iban desde un “gobierno de cooperación”, para facilitar su participación directa en ciertos escalones de la Administración, hasta la incorporación al Ejecutivo de independientes próximos a su órbita de partido. 
De nada sirvió; todo fue en vano. 
La única respuesta que encontramos fue: “Gobierno de coalición”. 
Ante la situación de inmovilismo, accedimos, después de un proceso de reflexión interna, a llegar a plantear una fórmula de coalición. 
Sin embargo, durante los cinco días de esta última fase negociadora, empezó a confirmarse nuestro mayor temor: que la fórmula defendida por UP llevaba a la constitución de dos gobiernos adosados en uno. 
Que cada partido contara con su propia organización competencial y jerárquica dentro de un mismo Gobierno. 
Es decir, un Gobierno compartimentado y dividido en un momento crítico para España. 
Un momento en el que enfrentamos grandes retos y oportunidades, pero un momento también de serios riesgos: el enfriamiento de la economía, la gestión de un Brexit sin acuerdo, las tensiones comerciales mundiales, o el pulso secesionista en Cataluña. 
Oportunidades y riesgos que exigen un Gobierno fuerte. Que garantice la necesaria estabilidad para dar una respuesta eficaz y equitativa a los mismos. 
Conocen mi postura al respecto: no estoy dispuesto a presidir un gobierno si en su acción y desempeño, no es útil al interés general. Si no puede actuar con eficacia para ofrecer la estabilidad que necesitan nuestra economía, nuestra sociedad, nuestra ciudadanía, sobre todo la más vulnerable.
Pese a la primera votación del 23 de julio, en la que UP impidió junto a PP, Cs y Vox la investidura, proseguimos la negociación. 
Incluso formulamos una propuesta de Gobierno de coalición, ampliamente conocida por toda la opinión pública, que podía servir de base para la creación de un espacio amplio de gobierno conjunto. 
Llegamos, con esta propuesta, a un escenario inédito. Llegamos más lejos de lo que nunca se había ensayado antes en nuestro país.
Nuevamente la propuesta fue rechazada. Por añadidura, se confirmó plenamente nuestro temor sobre la concepción de dos gobiernos en uno que había mostrado UP durante la negociación. Al día siguiente, los diputadas y diputados de UP impidieron de nuevo la investidura de un presidente socialista, dañando seriamente las bases de confianza que habíamos construido conjuntamente durante un año de colaboración leal. 
De golpe, volvimos a revivir la pesadilla de 2016. 
Como consecuencia, otro serio desencuentro y otra extendida ola de decepción y desconfianza entre quienes pertenecemos y votamos al Partido Socialista. 
Señoras y señores, amigas y amigos, 
Pese a todo, no es tiempo de reproches. 
Es momento de recordar lo sucedido, con la sana intención de explicar lo que se ha hecho y no repetir errores; para no insistir en caminos que no conducen a ninguna parte y solo generan frustración.
Muchos ciudadanos se preguntan: ¿Por qué no es posible en septiembre lo que era posible el 24 de julio? ¿Qué ha cambiado? 
La respuesta es simple: Lo que ha ocurrido es el 25 de julio, cuando el acuerdo se reveló inviable. Fue imposible. Como consecuencia de lo sucedido aquellos días, lo que entonces se comprobó inviable, hoy es, sigue siendo, inviable. 
Es inviable porque, con el rechazo a nuestra propuesta, confirmamos que la voluntad de coalición de UP se basaba en el recelo y la desconfianza. Con esos mimbres sólo hay un resultado previsible: un desgobierno basado en la desunión y con compartimentos estancos. Dos gobiernos en uno. Y esto no es lo que votaron los españoles. Ni lo que se merece ni necesita España. 
Es impracticable, en definitiva, porque el voto que impidió por cuarta vez la investidura de un presidente socialista ha acentuado gravemente la desconfianza.  
Señoras y señores, 
Así llegamos a la situación de finales de julio. La investidura estaba bloqueada y el mandato electoral de los españoles, incumplido. 
Estábamos ante dos escenarios:
El primero, esperar cruzados de brazos a que transcurrieran los plazos y traspasar de nuevo la responsabilidad a los españoles. 
El segundo, no tirar la toalla, no rendirse y tomar la iniciativa.
Eso hemos hecho durante las últimas semanas. Intentar constituir un Gobierno por donde se construyen los edificios duraderos: por la base, por el programa. 
Y construirlo, además, de la forma más abierta y participativa posible: con el concurso de la sociedad civil. Durante varias semanas, hemos mantenido decenas de reuniones con más de cien asociaciones, que hoy están representadas mayoritariamente en este acto.
Quiero reconocer aquí, públicamente, lo extraordinariamente enriquecedora que ha sido la experiencia. 
Durante este mes de agosto he tenido la oportunidad de conocer de primera mano sus propuestas. Propuestas para que España avance, progrese y haga frente a los retos que el mundo actual nos plantea. 
Me siento agradecido por la cordialidad y profundidad de los encuentros. 
Y, además, siento la responsabilidad del compromiso con todos aquellos que han acudido a nuestra llamada y que esperan de la política una respuesta a la altura de los desafíos que debemos abordar. 
Gracias por vuestra participación. Nada me enorgullecería más que poder llevar adelante vuestras inquietudes e iniciativas. 
El resultado de ese espíritu es una Propuesta Abierta de Programa Común Progresista que hoy quiero trasladar al conjunto de la sociedad española en este acto.  
Resultado de imagen de POR UN PROGRAMA COMÚN PROGRESISTAUna propuesta que está:
Abierta a la incorporación de otras fuerzas progresistas. 
Que es común, porque busca servir de base a un acuerdo necesario, sólido y robusto. 
Y cuya orientación es nítidamente Progresista, porque da respuestas de avance en los seis grandes retos que España tiene planteados y que expuse en mi discurso de investidura el pasado 22 de julio:
- Empleo digno y la sostenibilidad del sistema de pensiones.
 - Revolución tecnológica. 
- Emergencia Climática. 
- Plena igualdad entre mujeres y hombres. 
- Justicia social. 
- Una España autonómica fuerte en una Europa federal fuerte.

Me permitirán que, brevemente, cite algunas de las propuestas incluidas en estos seis ejes:
Un gobierno comprometido con el empleo digno y nuestro sistema público de pensiones. 
En el primero de estos ámbitos, resulta urgente continuar creando empleo y luchar contra la precariedad y el fraude en la contratación, visible en la generalización de la figura del falso autónomo. 
Como lo es derogar los aspectos más lesivos de la reforma laboral de 2012, al tiempo que impulsamos, en dialogo con los agentes sociales, un Estatuto de los Trabajadores del siglo XXI.
En materia de pensiones, es la hora del blindaje constitucional, de la garantía de su actualización conforme al IPC y del aumento de la cuantía de las pensiones mínimas y no contributivas. 
Un gobierno para liderar la transformación digital de la economía. 
España tiene condiciones para estar a la vanguardia de la transformación digital de la economía. Un desafío que podemos enfocar como oportunidad y no como amenaza desde nuestra posición de liderazgo en despliegue de la nueva tecnología móvil 5G. 
Para ello, debemos garantizar la extensión de redes ultrarrápidas de 100 megas para las escuelas, e impulsar acciones específicas destinadas a PYMES y trabajadores autónomos.
Un gobierno comprometido con una transición ecológica y la lucha contra la emergencia climática. 
Apostamos de forma decidida por la generación de renovables para cubrir entre el 85 y el 95% de nuestra demanda en dos décadas, sin incremento en los precios de la electricidad. 
Una transición ecológica de la economía que será una transición justa. 
Un compromiso con la movilidad más eficiente. Legislar para crear zonas de bajas emisiones en todos los municipios con más de 50.000 habitantes. Que nadie, desde ningún gobierno local o autonómico, tenga la tentación de desandar el camino que marca la salud pública y el sentido común. 
Un gobierno comprometido con el feminismo y que reconozca nuevos derechos civiles. 
Sólo SI es SI. 
Reformar el Código Penal para que un silencio no vuelva a encubrir ninguna forma de violencia contra la mujer. 
Racionalizar horarios para conciliar vida laboral y familiar y equiparar los permisos de paternidad y maternidad.
Derogar la ley mordaza para garantizar el ejercicio de derechos que hacen de la nuestra una sociedad democrática. 
Fortalecer la diversidad de nuestra sociedad. 
Y el derecho a la eutanasia. Aprobar la Ley de derechos y garantías de la dignidad de la persona ante el proceso final de su vida.
Un gobierno comprometido con la justicia social.
Implantar el Ingreso Mínimo Vital para luchar contra la pobreza infantil. 
Universalizar la educación de 0 a 3 años a través de una red de recursos integrada, pública y gratuita. 
Asegurar el acceso a la educación superior. Fortalecer el sistema de becas. Aprobar una nueva ley de Formación Profesional. Prestigiarla. Becas para los estudios en los másteres habilitantes para el ejercicio de una profesión. 
Garantizar el derecho constitucional a una vivienda digna. Más alquiler seguro y estable; ayudas a los jóvenes en proporción a su renta. Frenar las subidas abusivas de precios. 
Eliminación progresiva de los copagos sanitarios e incorporación de la asistencia bucodental a la cartera de servicios del SNS. Prevenir y no olvidar al colectivo VIH. 
Lucha contra la pobreza, con la garantía de suministro cuando el impago en agua, luz y gas se deba a pobreza sobrevenida o situación de vulnerabilidad. 
Una fiscalidad más justa y verde. Tributación mínima para las grandes corporaciones, reducción del tipo de gravamen a las PYMES. Impulso al Impuesto sobre Transacciones Financieras y al de Servicios Digitales. 
Un gobierno para la España de las autonomías en una Europa federal 
Necesitamos más colaboración entre administraciones. 
La España constitucional se une, no se divide, en sus comunidades autónomas. Abordar el conflicto de convivencia que vive Cataluña necesita el diálogo entre catalanes y también entre el Gobierno de España y la Generalitat de Cataluña. Diálogo, no unilateralismo. Encuentro y no división. Estatuto de Autonomía, nunca un referéndum de autodeterminación que quiebra las bases de convivencia y sitúa a las sociedades en un callejón sin salida, tal y como estamos viendo en países no muy lejanos al nuestro.
Y, junto a ello, cohesión territorial desde el compromiso con la España vaciada. Garantía de movilidad y transporte con cabeceras de comarca y atención sanitaria a domicilio cuando no haya centro local de salud. Acceso a internet de banda ancha a 30 megas y 3G a precio asequible. 
Pacto por el agua. Renovación del sistema de financiación autonómica y local. Presencia de instituciones de la Administración Central más allá de Madrid. Reforzar los mecanismos autonómicos de cooperación: el Senado y las conferencias sectoriales. 
Una España que coopera dentro y refuerza su papel en Europa, con su presencia, de nuevo, en las principales instituciones europeas, como es el caso de un catalán español, o español, catalán y europeo, como es Pepe Borrell. 
En definitiva, una España cohesionada, en sus administraciones y en sus territorios, en una Europa más social que proteja a su ciudadanía. Salario Mínimo y Seguro de Desempleo europeos. Estrategia de Igualdad de Género en la Unión. Defensa de una auténtica política europea de migración para gestionar los flujos migratorios de manera ordenada y respetando los derechos humanos. 
Amigas y amigos, señoras y señores, 
Son sólo algunas de las 370 medidas contenidas en este Programa Común Progresista abierto a la sociedad civil. 
Una puerta abierta al entendimiento sobre medidas y puntos concretos que tienen impacto en la vida real de la gente.
Llevarlo a la práctica depende única y exclusivamente del acuerdo y la aprobación de otros partidos, especialmente, de UP. 
Habrá quien piense que el problema es que de nuevo pueden confrontarse las dos alternativas que ya colisionaron. 
La primera es la opción de un Gobierno de coalición tal como lo concibe UP. La otra alternativa, la que hemos defendido desde hace semanas en el PSOE, se basa en el apoyo externo a un gobierno socialista. Se trata de la misma fórmula vigente en democracias sólidas como la de Portugal y Dinamarca, y que ha funcionado bien en el último año en nuestro país.
No voy a entrar en disputas sobre teorías de gobierno o formatos de coalición. 
Prefiero partir de una constatación: tenemos diferencias antagónicas en este ámbito.  Las dos fuerzas deberíamos aceptar lo obvio: de poco sirve insistir en un argumento cuando la otra parte lo rechaza de plano. 
El Partido Socialista ni impone ni humilla a nadie defendiendo su visión sobre un gobierno eficaz, estable y cohesionado. Rechazamos como práctica política la imposición a quienes mantienen posiciones diferentes, pero absolutamente respetables. 
Pero también constatamos que la desconfianza nunca es una buena base para construir. 
Queremos entendimiento, queremos encuentro. 
No compartimos tanto como para gobernar juntos; pero sí los suficientes propósitos sociales como para no darnos la espalda. 
No hay condiciones hoy para convertirnos en socios de gobierno, pero eso no tiene por qué transformarnos en adversarios. 

Cabe ser aliados leales como lo hemos sido en el pasado.  
Compartimos la pregunta que toda la sociedad española se hace: ¿No existe una solución intermedia entre esas dos opciones tan nítidamente diferenciadas? ¿No hay una salida a ese aparente laberinto? Nosotros estamos convencidos de que sí la hay. 
Estamos en condiciones de encontrar fórmulas de entendimiento que, sin satisfacernos plenamente ni a unos ni a otros, posibiliten materializar la principal meta que nos une: poner en marcha un Gobierno progresista que trabaje por la justicia social en España. Y hacerlo desde la contribución solidaria, leal y responsable de dos fuerzas de izquierdas.  
¿Cómo concretarlo? 
Definiendo qué queremos conseguir juntos, de forma tan amplia y detallada como seamos capaces de hacer. El máximo común denominador de nuestras propuestas o, incluso más allá, un programa de Gobierno común para una legislatura. 
Acordémoslo.
Por un lado, debemos explorar los ámbitos en los que tendremos que colaborar para sacar adelante esta tarea.
Además, debemos consensuar las formas de actualización y mejora sucesiva de nuestro pacto. Si el problema que desde el inicio señaló UP es la desconfianza, construyamos confianza. Si para UP son precisas garantías, avancemos en ese camino, y establezcamos las máximas garantías de cumplimiento.
Garantías como la constitución de comisiones bilaterales de trabajo, que evalúen por sí mismas el cumplimiento de ese acuerdo. 
Garantías como la participación en ámbitos concretos de la supervisión presupuestaria y legislativa del Gobierno.
Garantías, que cuenten con una verificación reforzada por parte de organizaciones de la sociedad civil. 
Insisto, si el problema es la desconfianza, construyamos confianza mutua. 
Si el problema son las garantías del cumplimiento de los acuerdos programáticos, en los que existe un alto grado de consenso, fijemos las máximas garantías para verificar y evaluar la acción de Gobierno. 
La confianza debe operar en ambas direcciones. Por eso es preciso concretar el alcance del apoyo parlamentario con el que Unidas Podemos puede contribuir a la estabilidad. 
Un apoyo parlamentario que podría ir desde la investidura hasta la totalidad de la acción legislativa necesaria para la puesta en práctica del acuerdo alcanzado.  
En definitiva, programa común progresista y método para implementarlo. Lo recogemos pormenorizadamente en nuestra propuesta.
Para materializar ese acuerdo, les anuncio lo siguiente:
Estamos listos, en este amplio espacio para el entendimiento que hoy hacemos público, para que nuestra propuesta se traduzca en un ambicioso Acuerdo de Programa y Gobernanza progresista que comprenderá tres pilares: 
El primero de los pilares: un completo pacto programático, que incluya las políticas que conjuntamente acordemos llevar a cabo.
El segundo de los pilares: crear un riguroso sistema de garantías. 
Con evaluación y control del grado de cumplimiento dentro del Gobierno a través de la creación de una Oficina de Cumplimiento del Acuerdo, dependiente del Ministerio de Hacienda. 
A la misma se añadirían, además, en el Congreso y el Senado, sendas Comisiones de Seguimiento y Actualización que deben rubricar los grupos parlamentarios. 
Y como máxima garantía, crear un mecanismo de verificación reforzado, en los que participe la sociedad civil, inspiradora de muchas de las iniciativas acordadas.
Repito. Triple garantía: Uno: crear una Oficina de Cumplimiento del Acuerdo, dependiente del Ministerio de Hacienda. Dos: crear una Comisión de Seguimiento en el Congreso y Senado del cumplimiento del acuerdo. Y, tres: crear un mecanismo reforzado de garantía en el que participe la sociedad civil. 
Finalmente, y como tercer pilar, un acuerdo de Gobernanza: proponemos la activa y reforzada participación de UP en la Gobernanza del país, ejerciendo altas responsabilidades en instituciones muy relevantes que complementan la labor del Consejo de Ministros. 
Es sabido que la gobernanza del país no se limita al Consejo de Ministros, sino que incluye relevantes instituciones que tienen encomendadas funciones muy destacadas en ámbitos que van desde lo social a lo fiscal, de lo jurídico a lo energético. 
Les pido que me permitan dejar la concreción y la explicación detallada de esta propuesta para el encuentro con UP. Pero sí puedo adelantarles que nuestra propuesta incluye también responsabilidades capitales al frente de estas instituciones y órganos no supeditados al Consejo de Ministros. 
Hemos tratado de buena fe de atender a las tres preocupaciones expresadas por UP: 
Primero: un programa acordado; segundo: garantías absolutas de cumplimiento; y tercero: acceso al ejercicio del poder o, como lo expresan ellos, negativa a los “votos gratis”. 
También hemos salvaguardado la preocupación del PSOE por contar con un equipo gubernamental coherente y cohesionado. No recogemos ni la fórmula de coalición gubernamental reclamada por UP ni la preferida por el PSOE, pero atendemos las razones de ambos. Es un camino intermedio. 
Esta es nuestra propuesta del camino del entendimiento. Amplia, generosa, metódica. Se basa en tres puntos fundamentales: 
1.- Acuerdo programático exhaustivo, calendarizado, del que quedarían excluidas las políticas de Estado en las que existen discrepancias.
2.- Un riguroso sistema de control del cumplimiento del mismo en contacto con la sociedad civil que inspira muchas de las iniciativas incluidas en el programa. 
3.- Y una activa e importante participación de UP en la Gobernanza del país a través de las instituciones que completan el ejercicio del poder ejecutivo.
Estamos listos para mantener una reunión con los grupos favorables a un acuerdo progresista de inmediato. 
Así lo haremos desde mañana mismo. He dado instrucciones al equipo negociador del Partido Socialista, compuesto por la vicepresidenta del Gobierno, la ministra de Hacienda y la portavoz del Grupo Parlamentario, de ponerse en contacto con el equipo negociador de UP, para reunirse esta misma semana, el jueves día 5 de septiembre. 
El propósito de la reunión es claro: explicar y concretar nuestra propuesta de Gobernanza, completar la propuesta programática y también la propuesta de sistema de control de su cumplimiento. 
Señoras y señores,
En definitiva, un Pacto de Programa y de Gobernanza al servicio de una España que merece avanzar y no retroceder. Que esté a la altura de lo que la sociedad civil demanda de nosotros. Y que no traicione las esperanzas de tanta gente que quiere progreso frente a involución. Justicia social frente a desigualdad. Y limpieza frente a corrupción. 
Nuestra disposición al Acuerdo es sincera y total. Si ha fallado la confianza, trabajemos en reconstruir la confianza. Reitero: si hoy no se dan las condiciones para convertirnos en socios de gobierno, no por eso debemos enemistarnos. Es posible ser aliados leales como lo hemos sido en el pasado. 
No hay ni una sola razón objetiva para que el 10 de noviembre haya otras elecciones. 
El 10 de noviembre podemos estar debatiendo en el Parlamento una Ley de Eutanasia.
Hagamos que ese día nos encuentre trabajando en poner fin a los abusos de la contratación temporal y en la derogación de los aspectos más lesivos de la reforma laboral de 2012.
Que ese día nos encuentre adoptando medidas para luchar contra los alquileres desorbitados y ofreciendo oportunidades para nuestros jóvenes. Oportunidades para nuestros científicos. Para la causa del feminismo. De la diversidad. Del ecologismo. Oportunidades para la industria, la educación y la cultura.
Procuremos que ese día nos encuentre transitando por el diálogo para resolver dentro de la Constitución las tensiones territoriales y la crisis de convivencia en Cataluña. 
Que el 10 de noviembre estemos trabajando desde las instituciones con una mayoría progresista abierta al diálogo con la sociedad civil.  
Antes de que acabe este mes, España puede dejar atrás el bloqueo y abrir paso a un periodo de limpieza, de convivencia y de avances sociales. 
Antes de que acabe el mes puede estar en pie una alianza progresista que realice lo que votaron los ciudadanos. 
Antes de que acabe el mes, España puede tener un Gobierno progresista que encare los desafíos viejos y los nuevos que aparecen en el horizonte. 
Está a nuestro alcance. Construyamos confianza. 
Construyamos confianza al servicio de una España que merece esperanza. Que merece futuro. Que merece tener ya el Gobierno por el que, un 28 de abril, votó con toda la ilusión, con todas sus fuerzas.
Apostemos por la esperanza. 
Gracias.  

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