viernes, 16 de marzo de 2012

¿El armamento nuclear en Irán puede ser la clave para lograr la paz en Medio Oriente?

¿El armamento nuclear en Irán puede ser la clave para lograr la paz en Medio Oriente?
Would the Iranian nuclear weapon be the key towards Middle-East peace?
L'arme nucléaire iranienne serait-elle la clé vers la Paix au Moyen-Orient ?
por Marie-Hélène Caillol
Edito MAP5 (Marzo 2012)
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El día que Irán se encuentre en posesión del tan temido armamento nuclear ¿quién puede seriamente imaginar que su primera reacción será utilizarlo contra Israel para que los israelitas, minutos después, respondan con la misma moneda? Sin embargo, es esta idea implícita (que nadie se atreve a formular de tan absurda) pero omnipresente que, según las opiniones públicas occidentales, sostienen con su política desestabilizadora los enormes intereses nacionales y económicos que controlan Medio Oriente. Y en este marco, la pregunta resulta más que pertinente : por qué Irán persigue, incansablemente, este objetivo ? La respuesta (que nadie se atreve a pronunciar de tan inconfesable) es que su motivación es la misma del resto de los países (Francia, Inglaterra, Estados Unidos) : Para vivir en paz! Paradójicamente, sólo en el momento en que Irán posea el tan codiciado armamento, las condiciones estarán dadas para que la paz se vuelva una realidad.

Concretamente, ¿qué podría suceder?

En Irán, la paranoia –justificada- de sus habitantes desaparecería casi instantáneamente dando lugar al surgimiento de una conciencia de responsabilidad, indispensable a la prosecución del proceso democrático parcialmente interrumpido en 2001 (como consecuencia de un malestar creciente hacia y contra Occidente) y seguido de la elección presidencial de 2005 de Mahmoud Ahmadinejad, sucesor del gobierno islamista moderado de Mohammad Khatami.

Irán reemprendería el camino de la democracia y proporcionaría a los países vecinos, con excepción de Israel, un modelo de aplicación del Islam moderado a la vida política, que constituye el único camino posible a los regímenes autocráticos corrompidos y contra los cuales los pueblos se sublevaron pero sin otras alternativas. Del mismo modo, la animosidad sunito-chiita, realimentada de manera continua por los occidentales, disminuiría rápidamente a la vez, atraídos por un modelo aplicable al Islam (la zanahoria) y contenidos por la amenaza del armamento nuclear (el látigo).

En Turquía, sin duda, la presión sería enorme para que la segunda potencia democrática de la región, en este caso sunita, también se armara (y que no tardará en hacer). Se establecería un cierto equilibrio estratégico regional donde cada grupo religioso (judíos, sunitas, chiitas) dispondría de los medios necesarios para protegerse.

En Israel, donde las opiniones divergen considerablemente (la mitad de la población es consciente que atacar Irán significaría un avenir desastroso para el país), los gobiernos extremistas actuales que han fracasado y que constituyen un peligro público son reemplazados por gobiernos moderados, favorables a la solución del problema palestino, retomando el curso del proceso interrumpido por el asesinato de Rabin en 1995 y destinado a una integración definitiva de Israel en la región. Y si Israel dejara de ser una amenaza para los países vecinos, sería más fácil convencerlos de cooperar y dejar atrás 70 años de odio y terror.

En Occidente, los intereses petroleros, no teniendo ya la excusa del problema israelita que justifique la movilización de fuerzas militares, dejarían de socavar y manipular y comenzarían a trabajar de igual a igual con Estados fuertes como ya se ven obligados a hacerlo con Rusia, Venezuela, Brasil, Noruega. Nadie llorará por los daños colaterales, sobre todo si consideramos que las políticas practicadas por estos intereses no son ni siquiera capaces de garantizar petróleo a precios razonables (sino todo lo contrario, por ejemplo, obligando a Irán a bloquear el Detroit d’Ormuz). Rusia y China dejarían de mostrar sus dientes y abandonarían sus amenazas de rearmamento nuclear, como recientemente ha declarado Putin. La tensión disminuiría entre Occidente y los países BRICS.

Algunos juzgarán este escenario simplista y optimista en contraposición al que, lamentablemente, está sobre la mesa: atacar Irán para desalentarlo (ignorando que cuánto más se lo ataque mayor será su motivación), hacer explotar aún más las enormes tensiones en la región, contribuir a extremar la posición de Israel (con el abandono del sector más moderado de los israelitas) y de los países vecinos (desesperanzando los pueblos de la Primavera Árabe), crear una polarización geopolítica entre un Occidente replegado sobre sus antiguos privilegios y territorios por un lado y las potencias emergentes –con los BRICS al frente- por otro, y una reanudación general de la carrera armamentista.

A pesar del peligro que podría representar Irán (y lo repito , no importa lo que hagamos, igual van a lograrlo) hubiéramos podido limitar los riesgos. Para ello hubiera sido necesario contar con líderes políticos visionarios: por ejemplo, creando en la ONU un sistema oficial de adhesión al estatuto de potencia nuclear que implique, para los países candidatos, procesos de nivelación en materia democrática, técnica, diplomática, etc. Es la propuesta del artículo que presentamos a continuación “Hacia una expansión nuclear controlada”. Probablemente, en el contexto actual sea demasiado tarde pero el mismo escenario se presentará en el futuro en otras partes del mundo. Después de todo, los Estados tienen la obligación de proteger a sus pueblos.

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Dimanche 11 Mars 2012

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