Todos recordamos aquella frase de los libros de historia sobre el Madrid del siglo XVIII, que rezaba: “El mejor Alcalde, el Rey”. Así, de esta manera, agradecían los ciudadanos de la capital del Reino, - en una época donde se confundía al pueblo con los habitantes de la capital -, las obras acometidas por los primeros Borbones para embellecer Madrid a la francesa con los impuestos recaudados en todo el territorio de la corona.
Ahora extendida la democracia en nuestras tierras y como primera medida anticrisis y anti-paro, el Gobierno Zapatero extiende obras por todos los municipios españoles con cargo diferido a la Deuda Pública, que tras la inestabilidad de los mercados bursátiles se presenta como un refugio seguro a todo aquel que quiere invertir sus ahorros.
Es así, que ahora podríamos decir aquello de: “El mejor Alcalde, Zapatero”.
La crisis ha traído de la mano adoptar una medida que hace mucho el Estado hubiera tenido que abordar: repartir mayores recursos públicos a las Haciendas Locales. Se espera, por tanto, que la hermanita pequeña de la Administración solucione gran parte de los problemas del paro y la crisis galopante. Es un reto para todos, pero sobre todo, para la burocracia de los Ayuntamientos.
Desde siempre el ciudadano ha considerado a sus Ayuntamientos como la Administración más cercana y también con la que más roces ha tenido, y la que es más vulnerable a nivel político. Por otro lado, sus funcionarios han visto siempre con envidia a sus hermanos mayores de las otras administraciones, y al mismo tiempo les han ido copiando en sus niveles de incompetencia.
En estos momentos de crisis y paro se les plantea a los Ayuntamientos un gran reto: Demostrar que es la administración más competente para llevar a cabo a tiempo metas colectivas de la sociedad, pues probablemente los mismos recursos dados a los Ministerios o Autonomías no alcanzarían más que a enjuagar deudas o dar trabajo a mucha menos gente de la deseada. Y hacer con ello posible que se les dote de mayores recursos económicos en el futuro.
Pero, por otro lado, estamos ante una incógnita: ¿Están realmente los ayuntamientos preparados para tramitar todas estas obras de la manera adecuada, y dar trabajo con ello a todo lo que se les exige en tan poco tiempo?
En principio, todos los municipios han aceptado el reto, lanzándose a pedir esos créditos que a unos les sirva para parchear calles y encender farolas - que mucho antes debieran haber hecho-, o a otros, para desempolvar algún proyecto perdido en los cajones.
Y con todo: ¿qué papel les toca jugar a los Alcaldes en esta partida? Creo, que el papel de árbitro; asistido por sus dos linieres: el Concejal de Hacienda y el de Obras Municipales.
Si consiguen llevar a cabo todas las obras encomendadas: su papel habrá pasado desapercibido y habrán desarrollado una labor correcta. Si se equivocan: recibirán las iras de los seguidores de uno y otro equipo - de los ciudadanos que cuentan con las mejoras y los puestos de trabajo, o de la Administración Central que les retirará los fondos -.
Deberán pedirles a los jugadores que les hagan fácil su labor. A las empresas encargadas de las obras: que las ejecuten correctamente y a tiempo. A los funcionarios municipales: que sean diligentes y ejecuten todo su trabajo eficientemente.
Josep Lluís Henarejos Cardona
Ahora extendida la democracia en nuestras tierras y como primera medida anticrisis y anti-paro, el Gobierno Zapatero extiende obras por todos los municipios españoles con cargo diferido a la Deuda Pública, que tras la inestabilidad de los mercados bursátiles se presenta como un refugio seguro a todo aquel que quiere invertir sus ahorros.
Es así, que ahora podríamos decir aquello de: “El mejor Alcalde, Zapatero”.
La crisis ha traído de la mano adoptar una medida que hace mucho el Estado hubiera tenido que abordar: repartir mayores recursos públicos a las Haciendas Locales. Se espera, por tanto, que la hermanita pequeña de la Administración solucione gran parte de los problemas del paro y la crisis galopante. Es un reto para todos, pero sobre todo, para la burocracia de los Ayuntamientos.
Desde siempre el ciudadano ha considerado a sus Ayuntamientos como la Administración más cercana y también con la que más roces ha tenido, y la que es más vulnerable a nivel político. Por otro lado, sus funcionarios han visto siempre con envidia a sus hermanos mayores de las otras administraciones, y al mismo tiempo les han ido copiando en sus niveles de incompetencia.
En estos momentos de crisis y paro se les plantea a los Ayuntamientos un gran reto: Demostrar que es la administración más competente para llevar a cabo a tiempo metas colectivas de la sociedad, pues probablemente los mismos recursos dados a los Ministerios o Autonomías no alcanzarían más que a enjuagar deudas o dar trabajo a mucha menos gente de la deseada. Y hacer con ello posible que se les dote de mayores recursos económicos en el futuro.
Pero, por otro lado, estamos ante una incógnita: ¿Están realmente los ayuntamientos preparados para tramitar todas estas obras de la manera adecuada, y dar trabajo con ello a todo lo que se les exige en tan poco tiempo?
En principio, todos los municipios han aceptado el reto, lanzándose a pedir esos créditos que a unos les sirva para parchear calles y encender farolas - que mucho antes debieran haber hecho-, o a otros, para desempolvar algún proyecto perdido en los cajones.
Y con todo: ¿qué papel les toca jugar a los Alcaldes en esta partida? Creo, que el papel de árbitro; asistido por sus dos linieres: el Concejal de Hacienda y el de Obras Municipales.
Si consiguen llevar a cabo todas las obras encomendadas: su papel habrá pasado desapercibido y habrán desarrollado una labor correcta. Si se equivocan: recibirán las iras de los seguidores de uno y otro equipo - de los ciudadanos que cuentan con las mejoras y los puestos de trabajo, o de la Administración Central que les retirará los fondos -.
Deberán pedirles a los jugadores que les hagan fácil su labor. A las empresas encargadas de las obras: que las ejecuten correctamente y a tiempo. A los funcionarios municipales: que sean diligentes y ejecuten todo su trabajo eficientemente.
Josep Lluís Henarejos Cardona
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